Hoy voy a tirar las zapatillas que ya no dan más. La ropa gastada, las bombachas flojas, las factura pagadas y los recuerdos que pesan.
Hoy dejo atrás.
Mañana me voy a levantar, tal vez con la cabeza algo embotada de brindis, pero todo seguirá ahí. Seré siendo la misma, idéntica historia, proyectos, frustraciones, logros.
Sólo habrá cambiado un número en el calendario.
Apenas... y aún así todo habrá virado al verde esperanza.
¿No nos avisaste o no te supimos interpretar? Tal vez fueron pocos los que te dijeron que merecías más que un hombre que te fuerce y te maltrate. 18 años son pocos para aprender a quererse y respetarse o suficientes, según la vida que tuviste o que pudieron darte.
Ya es tarde para vos y para tu sonrisa.
Pero hay muchas más que tienen que aprender de tu experiencia para no volver a interponerse en la ruta equivocada de otros. Preservarse, le dicen.
Volver a poner el radar en funcionamiento, redirigirlo para que no nos lleve a terrenos lejanos a casa.
Dorothy, es hora de volver.
Fortalecer esos cimientos para que nos vuele el viento intenso de una mirada, el soplo de una promesa. Basamento de un ser que necesita estar asentado. A veces se lo llama Autoestima. Es lo único que se necesita.
No se necesita un hombre que mantenga, para poder salir adelante, ni que acompañe para evitar la soledad que a veces enseña tanto, ni que acaricie para sentirse amada, ni que golpee para sentirse necesitada.
No necesitar ni ser necesitada.
Ser una. Nada menos.
A los 18 años aún es tiempo de príncipes azules, de novelas rosas, de corazones rojos. Encandilada por los colores que no te permitieron ver que se venía lo más oscuro de la vida. La ausencia de amigas, de familia protectora, de buenos consejos, de abrazo, de oreja. La ausencia de criterio propio, del color. El negro.
No llegaste a ver todo el programa, y te cortaron las clases. Ahora resta que todas las demás que quedamos aprendamos de vos.
Porque si logramos a ser una, que todas seamos una, tu paso por General Pico y por el planeta estará más que fundamentado.
No más que una burbuja suspendida en su instantánea vida eterna. Cuadrada, para que quepa en el casillero pertinente, antes de estallar en el pináculo de un after office.
Nunca fui amante de las multitudes. Ni estar, ni integrarlas, ni promoverlas.
Siempre me situé lejos de los grandes porcentajes, fuera de las variables máximas y de los ratings descomunales.
Esto no es nuevo; es cada vez más viejo, repetido, monocorde. Y aún así me sigue sorprendiendo la soledad de mi nanouniverso dentro de la enorme galaxia oscura.
Esa capacidad de asombro es la que colabora en la toma conciencia de la pequeñez del Uno.
Desde mi silencio parte un bramido grave, profundo, como de terremoto lejano que antecede al movimiento definitivo. El que remueve raíces, quiebra estructuras y destroza ataduras justo ante de remontar vuelo.
Entonces, agradezco la unicidad, el equipaje liviano y la levedad de la mente.
Solita, como una semilla al viento que se deja llevar a pasear hacia un horizonte desconocido.
Alguien en un equipo que integré en la creación y puesta en marcha de campañas políticas (de algún monstruo que pagaba) habló de un camino "indetenible".
Nos reímos del neologismo que involuntariamente había inventado y se lo corregimos en el discurso por considerarlo un error, ya que ese término no figura entre los preceptos del diccionario de la Real Academia Española.
¿Habrá sido un error integrar alguna vez esos grupos oscuros? Hoy sé que no, porque hizo redireccionar mi camino.
Otras de mis decisiones es tomar ese neologismo, adoptarlo e incorporarlo a MI Real Academia.
Ya no importan las piedras y las trabas.
La masa crítica se mueve por la física propia de los campos morfogenéticos que el amigo Sheldrake proclamó para hablarnos del Mono 101.
Ese, al que ya no pueden engañar porque sabe lo que quiere.
Todas la mentiras caen bajo la inobjetable presencia de la fuerza de espíritu. No importa cuán veloz, ágil, dinámico te muevas. Si tu cabeza aún responde al impulso del corazón, todo es posible. Y lo imposible... una cuestión de tiempo.
foto: Leonardo Favio en la presentación del libro "La memoria de los ojos" Feria del Libro. Buenos Aires, 30 de abril de 2011
Mi amiga Vero abría su restaurant orgánico Na Guardis en su barrio, Colonia Sant Jordi, en la isla de Mallorca, España. Armé diez tapas, contratapas y retiraciones activadas con collages distintos, únicos. Las mandé por correo y pasaron por manos de comensales que buscaban saciar otros apetitos y aún así, las disfrutaron -me contaron-. Atención bares y restaurantes de Buenos Aires y del mundo: mis manos, tijeras y adhesivos están a disposición de su pedido.